Elecciones a ninguna parte

Artículo del socio de UEF Madrid Ángel Satué de Córdoba publicado originalmente en PáginasDigital:

El gran historiador británico Arnold Toynbee (en su obra A Study of History), afirma que el suicido de la civilización se produce cuando los líderes dejan de reaccionar de un modo innovador a los retos que tienen delante.

Asume por tanto que deben existir minorías, líderes, élites que de uno u otro modo son las que preparan el camino a la mayoría. Personas que sean capaces de ejercer un liderazgo creativo, como si de un sacerdocio se tratase. Por amor a su vocación y a los demás.

Entre populus y plebs cabe la misma distinción que podría darse entre alta cocina y comida basura. En ambos casos, el pueblo, la plebe, serán lideradas por unas minorías. Sólo en el primer caso, las minorías nacerán y se harán del propio pueblo, siendo verdaderamente libres. Cuando en cambio, tan solo hay plebe, el ejercicio responsable de la libertad es prácticamente imposible.

En Austria, el pasado domingo, el partido ultraderechista quedó como tercera fuerza política en el parlamento austríaco, superando la barrera del 4%, que prevé la Constitución para favorecer la gobernabilidad. El FPÖ de Heinz Christian Strache obtuvo un 26%, quedando a décimas de los socialdemócratas. El Nuevo Partido Popular (ÖVP) austríaco, liderado por el treintañero Sebastian Kurz (31) logró un 31,7%.

El ganador moral, empero, ha sido el FPÖ en la medida en que durante la campaña electoral ha condicionado absolutamente el mensaje, tanto en el fondo como en las formas: inmigración, cierre de fronteras, fin de las ayudas a inmigrantes…

Prácticamente al mismo tiempo, en Alemania, hace apenas tres semanas era AFD –partido de extrema derecha– la que obtenía unos brillantes resultados, cosechando un 13% del voto alemán, que en teoría lo creíamos vacunado frente al nazismo y al comunismo, y otros ismos. O eso creíamos.

©ABC.es

¿Hay tantos xenófobos y racistas en estos países del norte? Qué duda cabe que los habrá dentro de ese 26%, pero la pregunta que me hago es, por comparación, si los había en los años 30 en Austria y Alemania, y otros países del este fascista del período de entreguerras. Era un racismo expresado contra otro tipo de extranjero. Sobre todo, creo que había gente con miedo, con esperanzas no cumplidas, frustradas, con ganas de seguridad y de bienestar, que habían dejado de ser pueblo para ser plebe, deseosa de seguir a cualquiera que le dijera lo que querían oír. ¿Puede volver a pasar? Claro que sí.

En el auge de estos extremismos políticos que se dan en la actualidad, pienso que hay más riesgos para todos nosotros de los que atisbamos en lontananza. Ahora el enemigo es el musulmán, o el refugiado sirio o libio, o el negro de ébano o el latino, y si no, es el funcionario de Bruselas, con sus sueldos de 5.000 euros netos, y toda su regulación y normativas, pero no tardaremos en ver que el enemigo es el otro, el francés, o el polaco, o el español, o el alemán. Entonces, será tarde, porque Merkel en Alemania, o Kurz en Austria, habrán jugado con los argumentos de los extremistas para permanecer en el poder, pues no otra cosa ha pasado en sendos partidos conservadores.

En el mismo día que el Nuevo Partido Popular austríaco ganaba las elecciones en Austria, en Alemania, el partido de Merkel quedaba segundo en las elecciones de Baja Sajonia, por detrás de los socialdemócratas –que salvaban la cara de su líder nacional, Schülz–, y pese a la continua presencia de Merkel en la región de la Volkswagen. Con todo, el extremista AFD entraba en el parlamento regional, y ya cuenta con una paulatina presencia en 14 de los 16 parlamentos de los estados federados (länder). Una entrada que sabe a derrota para los extremistas y es que en Baja Sajonia, la tierra del ex canciller Schröeder, aún los sindicatos y los empresarios colaboran activamente en toda la toma de decisiones que afecta al modelo productivo, hasta el punto de imbricar en el sistema de producción a los extranjeros-trabajadores, que se les ve como lo que son, trabajadores, y no como a extranjeros. Por otro lado, los resultados en la Baja Sajonia introducen un factor de distorsión a escala nacional, pues hacen peligrar la compleja y a veces contradictoria pretendida coalición “jamaicana”, del partido de Merkel (color negro) con liberales (color amarillo). La razón es un eventual gobierno de coalición en el estado de Baja Sajonia tipo “semáforo”, por lo colores del semáforo, de socialdemócratas (rojo), verdes y liberales (amarillo). También peligran todas las reformas de calado que quisiera ejecutar Merkel, puesto que en el necesario senado nacional, tras esta derrota regional, se queda en una posición minoritaria si los demás partidos conjugan sus fuerzas.

Se augura por tanto una Unión Europea estancada, pese a los intentos de Macron empujando con denuedo, y esbozando unas ambiciosas líneas maestras que pudimos ver en su discurso de La Sorbona, el pasado mes de septiembre. La Alemania de Merkel apenas moverá ficha. Menos aún con una nueva Austria (Kurz) comprando el discurso “duro” tipo Alt-Right de los países de Visegrado –Polonia, Hungría (Orban), República Checa y Eslovaquia–, tan críticos con una visión federalizante y unionista de Europa. Quieren libertad, y entienden que la tribu con la que se identifican les protege mejor que las instituciones europeas, basadas, no obstante, en la tradición del mejor humanismo europeo: un pacto a fin de evitar, por todos los medios posibles, hasta llegar incluso a la pérdida de soberanía, un nuevo conflicto entre europeos.

Los retos que tenemos delante los europeos son inimaginables, acaso equiparables a los que se dieron tras el descubrimiento del Nuevo Mundo. El primero es la toma de conciencia de que la humanidad está llamada a dar una respuesta a la globalización, pues ésta nace de la interdependencia y hermandad de todos los hombres. Populus. No necesitamos líderes fuera de lo común, pero sí que tengan una visión lo suficientemente amplia para darse cuenta de que innovar empieza por cambiar la manera de mirar, también al otro, extranjero, y sin embargo, un igual. La Baja Sajonia puede ser un modelo donde mirar.

 

Autor:

Ángel Satué es abogado y periodista. Es miembro de UEF Madrid desde 2016.

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